Bajo la luz roja

Allá afuera
Allá afuera

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Sola en la oscuridad de su habitación, Michelle, quién se encontraba terminando un informe para su universidad, falta de concentración, se encontraba perdida en sus pensamientos, repasando una y otra vez los acontecimientos de la última semana, perdida en el punto rojo que emitía aquella luz del televisor, apagado frente a la cama.

Todo comenzó el día en que una de sus amigas comentó una pesadilla extraña que tuvo aquella noche. “Tonterías” dijo Michelle, “estas viendo demasiadas películas de ficción y fantasmas”… Sus compañeras siempre la reconocieron como el miembro del grupo más escéptico a eventos paranormales, y Michelle sabía que a cualquier argumento que comprobara la realidad de estos hechos, ella lo refutaría con una analogía simple y lógica. Lo que no sabían era que alguien más escuchaba la conversación. “Por lo general la gente no cree en estos sucesos hasta que les sucede”, dijo la profesora que se encontraba escuchando en silencio, “pero mi intención no es crear debate, solo esperemos que el desafiar estas energías no te acarree problemas”. Michelle se quedó en silencio durante toda la clase ante la mirada curiosa de su profesora.

Aún no podía concentrarse en su informe, obstinadamente seguía perdida en aquella luz roja emitida por el televisor… pensando… recordando aquella primera noche. Todo estaba oscuro en aquel sueño, pero podía sentir la respiración continua a sus espaldas, como unos ásperos y regordetes brazos la tenían presa y cada vez la apretaban más y más, dejándola sin aire y triturando cada órgano interior, luego un grito gutural, el cual la hacía despertar de sobresalto y solo quedaba el silencio. Se quedó inmóvil un momento, presa del miedo, y antes de incorporarse, sintió como algo respiraba en su nuca y lamía la parte trasera de la su oído. Se incorporó de golpe, luego con una mano en su pecho se dijo “es solo tu imaginación, todavía estabas soñando, tócate la oreja y estará seca” y acto seguido lo hizo, “debe ser solo el sudor, después de todo estás empapada”.

De pronto creyó ver como se movía aquella luz roja, ” Es tu imaginación… aunque… No, no, concéntrate en tu trabajo”. Solo alcanzó a escribir dos líneas antes de caer presa de sus pensamientos nuevamente, recordando aquella segunda noche. Despertó de golpe sintiendo un gran dolor en la muñeca, la cual intentó levantar y esta permanecía pegada al colchón sujetada por una gran fuerza invisible. Desesperada, empezó a forcejear con la nada, mientras sentía como por su mano se cortaba la circulación sanguínea. Tuvo intenciones de gritar, pero luego no sabría que explicación dar. “Por favor”, logró emitir presa del pánico y el llanto, y su mano quedó libre al instante. Su llanto posterior duró toda la noche.

Al ver que no podía continuar aquella noche, cerró la tapa de su notebook, con la esperanza de conciliar el sueño. Por un momento pensó en ir a la habitación de sus padres, pero el solo hecho de abandonar su cama le asustaba más. “Tonterías, ya no soy una niña” y volvió a mirar la luz roja del televisor perdiéndose en sus pensamientos nuevamente. El tercer y cuarto día, sucedió exactamente lo mismo. Se despertó sobresaltada al sentir un empujón hundiéndola en la cama. de pronto sentía como algo le presionaba el pecho dejándola sin aire. Por primera vez en su vida utilizó el padre nuestro como arma, y cuando por fin era libre de esa presión, volvía a llenarse de aire violentamente soltando un alarido interno. Los días posteriores fue testigo de las marcas que salían en su muñeca y en su pecho, como quemaduras opacas sobre la piel.

“No puedes darle la satisfacción de caer en sus juegos mentales” se dijo recordando aquella tarde anterior. “Nada fuera de lo común?” preguntó su profesora, curiosa y preocupada, al ver la demarcación de Michelle por la falta de sueño, “no, nada, solo que no he podido dormir bien últimamente”, “pesadillas?” volvió a preguntar esta, “No, solo sugestión” respondió la muchacha segura de si misma, a lo que la profesora agregó “a veces debemos aceptar que hay cosas que simplemente no podemos explicar”.

La noche anterior, se despertó a las 2 am en punto, con el cuerpo paralizado, apenas podía respirar, y el miedo invadía su cuerpo frágil y vulnerable, indefenso sin movimiento alguno. Luego algo la sujetó por los hombros contra la cama y empezó a sacudirla violentamente, mientras un alarido sobrenatural se escuchaba por toda la habitación. Por un momento pudo recuperar la movilidad, y fue justo donde aprovechó de escapar por la puerta de su habitación hacia el pasillo, gritando desesperadamente.

No, volver a dar una explicación a sus padres como la noche anterior, sobre un miedo absurdo e irracional, claramente cuestionaría su cordura. No se arriesgaría a ir a su habitación.

Miraba fijamente aquella luz, mientras sus párpados se entrecerraban presa del sueño, cada vez se resistía menos ante el cansancio acumulado de los días anteriores. Justo en el momento en que lograba conciliar el sueño, notó que la luz roja se apagó. Se levantó de sobresalto. La luz volvió a aparecer, pero esta vez ya no era solo una, sino que eran dos. Los dos puntos rojos se iban acercando lentamente, y Michelle presa del terror se encontraba inmóvil, paralizada por el terror. Se logró escuchar un grito ahogado, mientras la muchacha exhalaba su último suspiro mientras su cuello era destrozado por la presión. Pudo sentir como su columna se destrozaba, y aun tenía conciencia cuando sus extremidades eran arrancadas de su cuerpo…

Al día siguiente, sus padres entraron en la habitación de Michelle, donde solo encontraron una mancha roja en las sabanas de su cama. Nunca, nadie ha vuelto a saber de la adolescente ni de su paradero. Los que dicen haber visto esa luz desaparecen con el tiempo…

— Via Creepypastas

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