Atormentado por los pájaros

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Me arrepiento de mis acciones ¡Lo juro! Me odio por no pensar bien, desearía arrancarme el cabello con mis propias manos… Dejaré mi último aliento en este vídeo de webcam, donde les contaré los horrores que conlleva lastimar a una criatura pacífica que me terminó atormentando con un buen castigo merecido, y ojalá me perdone el espíritu de aquella túnica desgarrada.

Con 12 años, me gustaba agarrar mi resortera y mis canicas, a veces de acero, para ir a cazar pájaros. ¿Por qué lo hacía? Bueno, era lo mismo de porqué robamos: una enfermedad obsesiva, basada en matar animales indefensos. Me infiltré en un monte enorme en donde podía encontrarme con cualquier especie de ave, como Tijeretas, palomitas picuí, teros y demás.

Era un monte oscuro y bello en el que a diario me infiltraba para lo que he mencionado antes.

En una rama vi uno, comiendo los frutos del lugar en el que se posaba. Decidí alzar mi resortera y apunté contra el ave, disparé y le di justo en la cabeza; era increíble ver como se destrozaba en mil pedazos y dejaba a la vista los sesos, pero no me serviría como mascota así y seguí en busca de otra presa.

Seguía caminando en el inmenso monte, hasta que llegué a una laguna y me encontré con un tero; apunté con seguridad, para no matarlo de nuevo, y justo me dio un ataque en el estómago que dispare mal, le di en una de las patas por error y se la rompí por completo. El ave volaba con problemas y chillaba de dolor, hasta que luego de unos cinco minutos se cayó en la laguna y terminó por ahogarse. Por supuesto, a mí no me importabanada. El dolor de estómago que me dio era de hambre, por lo que me retiré para almorzar en mi hogar.

Luego de comer sentía algo de incomodidad, como si mi cuerpo fuese a perder el alma. Eran las nueve de la noche cuando volví al monte para seguir cazando; me fui con una linterna porque a esta hora la oscuridad era inmensa, pero están muchas aves en sus nidos y aprovecharía de cazar uno. No tenía miedo en andar solo en el monte, porque muchas veces me quedaba a acampar para cazar pichones y aplastarlos con piedras.

Justo al subir en un árbol, veo un nido donde habitaban unos cinco pichoncitos. Como era tan travieso, agarré alcohol y un fósforo; bañé el nido en alcohol y lo encendí, quemando lentamente a los pichones justo cuando la madre venía e intentaba salvar a sus crías. Yo estaba abajo para ese momento; levanté mi resortera y disparé con una munición de acero, dándole en el tórax. Cayó al piso y seguía viva, así que la levanté y me fui para mi casa.

Entré a mi habitación, cogí una caja y la puse en ella; estaba contento porque era la novena vez que cazaba un pájaro sin que muriera del impacto con la munición. De tanto esfuerzo, me acosté y caí en un sueño que no olvidaré…

Soñé que estaba en el monte. Era de día pero no veía el sol; estaba completamente solo y sin ningún objeto en mis manos; pensaba en el ambiente: estaba muy denso, casi al punto de ahogarse. Pero repentinamente oscureció el escenario y el cielo se volvió gris; estaba muy asustado y no me podía mover. Me desesperaba mientras sentía que algo venía hacia mí, lo sentía atrás mío y luego giraba lentamente mi cuerpo. Lloraba y rezaba para que no me pasara nada y no viera algo horrible, pero fue exactamente así.

Al girar mi cuerpo por completo vi un muchacho con una sombra que llevaba como ropa, a modo de túnica; sus ojos estaban oscuros y vacíos; no podía verlos mucho tiempo, no sé, había algo raro con ellos. Sus labios habían sido arrancados y dejaban ver una dentadura infernal.

Las cosas que hizo se quedaron grabadas en mi mente. Agarró su mandíbula inferior y empezó a estirarla hacia abajo; se escuchaba como crujía y gritaba de dolor; aturdía mis oídos. Su mandíbula quedó estirada hasta su cintura, y luego hizo algo que sentí de verdad. Los dedos de sus manos se alargaban y llegaban hacia mí; se metieron en mi boca, introduciéndose profundamente, tanto que grité de un dolor peor que el cáncer y más horrible que romperse la pierna.

Desperté de ese sueño, no había amanecido todavía, eran las tres de la mañana pero me negué en dormir de nuevo. Al otro día estaba enfermo, vomitaba y sentía un calambre en el estómago, y algo me sucedió. Al vomitar, vi palillos blancos; me sequé los ojos y miré bien, y eran huesos de pájaros; me estaba volviendo loco. Me acordé del pájaro que estaba en la caja, fui a ver y me encontré con la cabeza de este, sin el cuerpo.

Todas las noches sueño con pájaros devorándome en vida, y siento el dolor. Todas esas noches se despierta mi madre para ver qué me pasa porque grito dormido, aúllo de dolor.

Así es como estoy condenado ahora por esas cosas que hacía de niño. Ahora tengo 19 años, y la situación empeora al paso del tiempo, escucho los chillidos de los pájaros que maté. Ya no merezco vivir.

By: MordecaiMortal

— Via Creepypastas

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