El monstruo debajo de la cama

Asesinos del Zodiaco
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-¡Tía Mary!-grita Marlene entre susurros, estirando de la manga de franela del pijama de su tía- ¡Tía Mary!

Mary abre sus ojos verdes lentamente y le dirige una mirada somnolienta al despertador encima de su mesilla de caoba. 4:17.

-¿Qué pasa, cariño?-pregunta con un bostezo, acariciando la cabecita morena de su sobrina.

-Hay un monstruo debajo de mi cama.-susurra, lanzando una mirada aterrorizada a su alrededor con los ojos inundados en lágrimas- ¿Puedo dormir contigo esta noche?

Mary asiente y la niña trepa hasta el lado vacío de la cama de matrimonio. Minutos más tarde, está completamente dormida.

La mujer observa a su sobrina dormir. Es una niña preciosa. Su pelo negro se abre como un abanico alrededor de su cabeza y sus pequeños labios carnosos se abren y cierran con cada respiración. De repente, Marlene se estremece y una lágrima solitaria se desliza por su mejilla hasta caer sobre la almohada. Se da la vuelta, sollozando, y se aferra fuertemente al brazo de su tía, clavándole las uñas en la piel.

Mary le acaricia el cabello y susurra palabras tranquilizantes al oído de la pequeña, pero esta permanece temblando y murmurando en sueños.

La mujer no puede contener una oleada de pena por la niña. Su padre había muerto hacía dos días por un ataque de corazón mientras dormía junto a la niña, y ésta había atribuido su muerte a los monstruos debajo de su cama, aquellos cuya existencia su padre siempre negaba. Su madre había muerto del mismo modo hacía dos años, lo que hace que la niña, ahora huérfana, tema a aquellas criaturas imaginarias más que a nada en el mundo.

La niña abre sus enormes ojos aguamarina repentinamente, llenos de lágrimas.

-Necesito a Molly.-musita, frotándose los ojos.

Mary se pone en pie con un bostezo y se dirige hasta la habitación de la niña casi sonambulamente. Allí no tarda en encontrar a Molly la vaca azul, el peluche con el que la niña duerme todas las noches. La coge y se dispone a regresar al dormitorio, pero un intenso pitido hace que se tenga que tapar los oídos. Se trata del pitido que el frigorífico hace cuando lleva mucho tiempo abierto.

Asustada por la posibilidad de que haya ladrones dentro de la casa, camina de puntillas hasta la puerta de la cocina, sin hacer ni el más mínimo ruido.

Incluso antes de haber entrado, oye una respiración gutural proveniente del interior. Haciendo acopio de todo su valor, cambia su peso de un pie a otro y ladea un poco la cabeza, lo suficiente para poder ver el interior de la cocina sin ser vista.

Lo primero que ve es la puerta de la nevera abierta de par en par, y varios alimentos esparcidos por todo el suelo. Allí, frente al frigorífico, hay una criatura horrenda devorando avidamente un filete crudo. La criatura, un ser antropomorfo doblado sobre sí mismo y totalmente encorvado, está totalmente desnuda, revelando una piel amarillenta y grasienta.

De su cabeza huesuda surgen un puñado de pelos aceitosos y negruzcos, que se pegan a su piel igual que ésta lo hace al hueso de su cráneo. Sus ojos son diminutos y están tan hundidos en la carne que tan sólo se atisban dos líneas oscuras entre la piel pálida. Sin embargo, su boca es extraordinariamente grande. Ocupa toda la mitad inferior de su rostro, y de ella salen unos dientes tan enormes y puntiagudos que podrían ser fácilmente confundidos con cuchillos carniceros. Relame continuamente sus labios finos y resecos con una lengua puntiaguda y negruzca.

Una vez el filete que devoraba ha desaparecido, la criatura vuelve a revolver en la nevera y saca otro filete, esta vez más grande y más crudo. Al darle un primer mordisco, un chorretón de sangre se desliza por sus labios, goteando sobre su cuerpo esquelético.

Mary no puede contener una arcada ante la visión. Se tambalea para apartarse de la escena que se desarrolla ante sus ojos, arroja al suelo el peluche de la vaca y vomita en la esquina del recibidor. Temblorosa y asustada, aguza el oído para escuchar como la criatura se arrastra por el suelo embaldosado de la cocina, probablemente buscándola.

La mujer se queda paralizada hasta que comienza a entrever la silueta del ser, caminando a cuatro patas como un perro y con la lengua negruzca colgando sobre su rostro.

Corre por su vida con el corazón en la garganta y se mete en un armario del pasillo, sujetando la puerta desde dentro y observando el exterior desde una rendija para la ventilación de la ropa.

Allí, metida entre dos abrigos desfasados y varias camisetas arrugadas, Mary espera a que la criatura se acerque por el pasillo.

No tarda en observarla aparecer, deslizándose sin prisa, tomándose su tiempo. La mujer comienza a morderse las uñas del nerviosismo, pero se detiene. Un olor a podrido comienza a inundar el armario y vuelve a sentir náuseas. Se acerca a la rendija, para encontrarse con los ojos de la criatura a tan sólo unos milímetros, clavados en ella.

Cierra los ojos con fuerza, esperando su final, pero el ser desaparece con la misma calma con la que ha llegado. Haciendo acopio de todas las fuerzas que le quedan y preocupada por el bienestar de su querida sobrina, Mary comienza a seguir a la criatura, casi previendo que iba a entrar al dormitorio en el que se encuentra la niña.

Sin embargo, y para su sorpresa, la ve agazaparse debajo de la cama del dormitorio de su sobrina, desapareciendo completamente .Para su sorpresa, antes de hacerlo, estira una mano hacia fuera, dedicándole a la mujer un burlón gesto de despedida.

La mujer decide regresar a la cama. Todo tiene que ser un mal sueño. Sin embargo, en cuanto se recuesta al lado de la niña, esta se da la vuelta, dirigiéndole una sonrisa tenebrosa.

-Te dije que había monstruos debajo de mi cama.-susurra. En ese momento, Mary ve entre sus brazos a Molly, la vaca azul de peluche con la que la niña duerme todas las noches.

— Via Creepypastas

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