Al lado de la carretera

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

El festival estaba en su mejor momento, el lugar este repleto todos festejan el tan espero “octobeerfest”. Cada asistente con un tarro de cerveza fría para combatir los 27 grados de un soleado sábado de octubre. La alegría recorría cada rincón del lugar, todo era grandioso: cerveza, comida y bellas mujeres en muchos de los puestos donde ofrecían los deseados productos, pero como acaba la espumante cerveza, también el día lo hace y la hora de abandonar el recinto por este día había llegado para tristeza de muchos.

Como cada año los guardias tenían que sacar a la mayoría de los asistentes que, debido a su estado de ebriedad no querían marcharse. Unos por las buenas y otros por las malas. Ese fue el caso de Héctor, quien ya muy pasado de copas tubo que ser sacado por la fuerza por los guardias a quienes no paraba de gritarle insultos. Lo terminaron sacando y salió del lugar tambaleándose, debido a su estado y a lo oscuro que estaba, no podía encontrar a sus amigos que, seguramente ya se habían marchado. Héctor camino hasta la calle principal donde podía tomar el autobús de camino a casa, pero la cantidad de personas que también querían regresar dificultaba la posibilidad de subirse a uno que venían repletos. Estuvo una hora esperando haya que un bus se detuvo, parecía tener bastante espacio disponible, pero su chófer parecía no muy a gusto con estar llevando a una turba de borrachos debido a muchos asaltos a chóferes por ese sector durante las noches. El bus se detuvo, abrió la puerta y subieron 4 jóvenes antes que el, pero cuando puso su mano en la barra para poder subir el conductor cerro la puerta sin esperarlo y comenzó a dar marcha, Héctor gritaba y golpeaba la puerta para detener el avance del vehículo, el cual consiguió un par de metros más adelante, la puerta abrió y furioso Héctor subió vomitando insultos y golpeando la ventanilla del conductor, en ese momento la ley apareció y lo bajo bruscamente, pero el joven se defendió e intentó estrangular a uno de los oficiales debió a la adrenalina de lo sucedido y lo ebrio que estaba, pero esto no duró mucho 5 oficiales más lo redujeron y lo metieron en la patrulla. Héctor terminó en la comisaria.

Han pasado 40 desde que lo esposaron y lo llevaron hasta la comisaría. Otros 30 minutos paso haciendo los trámites de rutina hasta que logró salir con una multa por estado de ebriedad, tubo suerte pudo ser peor. La calidez de la noche y la poca gente en las calles de “no se donde” calmaba la euforia que sentía Héctor por todo lo que había pasado, pero el mayor problema ahora era que no sabía en qué lugar del mundo se encontraba, además de esos su teléfono se quedó sin batería y no contaba con tanto dinero para pagar un taxi que lo acercara a un lugar conocido. Sin más comenzó sólo a caminar, pedir indicaciones en Cada licorería que encontraba y usar lo poco que tenía para seguir bebiendo.

-ve por esta calle, dos cuadras hacia el sur y llegarás a la avenida principal, tal vez encuentres Transporte allí, si tienes suerte. No suelen pasar mucho transporte público a esta hora-

Un gesto de preocupación se dibujó en el rostro del muchacho mientras miraba la lata de cerveza que acababa de comprar. Saco el dinero de la billetera y se despidió con frío gracias al mismo tiempo que daba media vuelta.

Antes de quedarse sin batería en su teléfono celular alcanzó a ver que eran cerca de las 23:30 horas, y por la percepción de tiempo que tenía en ese instante pensaba que era cerca de media noche cuando logró llegar a la avenida principal. Sólo pasaban autos particulares y dudaba que alguno de ellos le hiciera un aventón. Sólo se limitó a seguir caminando hacia el hacia el este, siempre hacia el este.

La noche cada vez era más oscura, y el poco alumbrado en la calle lo hacía más aterrador. Estaba solo, ya casi saliendo de la civilización. En su mente pasaban variados pensamientos ¿ estaré bien encaminado? ¿Qué tan lejos estaré de un lugar que conozca? ¿ será segura pasar por aquí por la noche? Pero el seguía caminando, sólo caminaba. Aún estaba ebrio, varias cosas las notaba algo borrosas pero todavía tenía bastante control de sus movimientos, así que siguió su rumbo. Luego de varios minutos caminando noto que ya no habían casas, sólo árboles enormes decoraban los costados de aquella calle, y más con la oscuridad de la noche lograban verse realmente aterradores, aunque a Héctor no e asustaban ya que sabía que sólo eran árboles, y estos no se moverían para matarlo.

Las leyes de tránsito no son muy respetadas en zonas rurales y aún menos de noches, puesto que los autos y camiones que pasaban al lado de Héctor iban demasiado rápido, y ninguno de ellos se detuvo por más que levantara la mano para pedir aventón. Así el tiempo trascurría y la incertidumbre le comía las entrañas al muchacho que no sabía ni donde estaba, ni cuando le faltaba y que hora era. Habían pasado más de hora y media desde que salió del pueblo y el sueño y el dolor en las piernas se estaba volviendo insoportable, pero el seguía caminado porque creí que si se detenía no llegaría jamás a casa y algo podría suceder le si se quedaba dormido. Treinta minutos más tarde escucho un llamado desde el otro lado de la calle -hey! Oye! Ten cuidado si sigues en esa dirección. Más allá está “colgando gente”- Héctor se detuvo y miro extrañado hacia aquel tipo que le gritaba una advertencia, más que preocuparse por lo de “colgando gente” le llamaba más la atención que estuviera a estas horas de la noche, fuese cual fuese la hora, que estuviera arreglando una camioneta que prácticamente era chatarra. Luego de la advertencia el hombre, que arreglaba su carcacha al lado de la carretera y en medio de los árboles desapareció en las sombras. ¿Y que más podría hacer entonces? Pensó Héctor y siguió el camino.

El efecto de tanta cerveza está cesando, pero el dolor y el sueño aumentando, no quería detenerse, pero debía hacerlo y descansar un rato. Dormir aquí algunas horas y esperar que amanezca, tal vez pueda tomar algún bus. Pensó pero el riesgo de dormir al lado de la calle era alto. Podrían asaltarlo, violarlo o tal vez matarlo. Pero ya no soportaba más el dolor de piernas y decidió buscar un lado donde poder dormir un rato. Entre los árboles era difícil, muy incomodo, pero la sonrisa se dibujó en su rostro cuando vio barios contenedores para basura, eran 4 y cada uno tenía un color distinto. Sin pensarlo dos veces Héctor cruzó la calle y se escondió tras los contenedores, a que a una mirada más cercana noto que eran de reciclaje. Se quitó la mochila de sus hombros y la utilizo de almohada. El suelo era de tierra, pero bastante suave, además la noche era fresca, así que podría descansar bien algunas horas si tenía suerte. Se tendió de espaldas y mirando hacia el cielo tapado por ramas de árboles comenzó a cerrar los ojos. Héctor se había quedado dormido.

Logró dormir alrededor de 30 minutos cuando el sonido de varios perros rastreando su presa lo despertó. De un brinco se levantó y comenzó a observar entre los árboles intentando encontrar algo pero no encontró nada entre las sombras, aunque podía escucharlos olfateando y avanzando claramente. Tragó saliva mientras decidía que hacer, si ellos estaban allí y el corría podrían perseguirlo atraparlo y devorarlo. La imagen de el siendo comido vivo por una jauría de perros callejeros hizo que cerrará os ojos fuertemente y una gota de sudor frío cayó por su frente. Decidido cogió su mochila y se levantó para retirase lentamente cuando de pronto el sonido de una fuerte frenada de una auto tras el hizo que se olvidará de los perros y girará rápidamente. Un auto de un color verde se detuvo mostrando su porta maletas, del vehículo se bajaron dos sujetos, uno calvo con cara de maniático y por el lado del piloto otro con una cicatriz en el rostro que cruzaba toda su cara desde la parte izquierda de la frente y terminaba bajo su oreja derecha. Héctor miraba todo desde un espacio entre dos contenedores y su corazón latía fuertemente. En ese momento noto que los perros ya no estaban merodeando, eso lo calmo un poco pero lo que vio a continuación lo puso aún peor.

Los dos hombres caminaron rápidamente hacia el porta maletas, noto que cada uno llevaba un machete. Abrieron la cajuela y sacaron de un tirón a un hombre que estaba cubierto de sangre, este cayó al suelo gritando y chillando de dolor, el calvo le dio una patada en un brazo mientras que el tipo de la cicatriz lo cogió de una pierna y empezó a arrastrarlo mientras el pobre infeliz rogaba por su vida. El tipo de la cicatriz lo arrastro frente al auto y comenzó a decirle cosas y apuntarlo con el dedo mientras el calvo abanicaba su machete. La respiración de Héctor era agitada pero no podía dejar de ver lo que sucedía, era tanto que no parpadeo por varios minutos. Sus pensamientos corrían a mil por hora pensando que hacer pero estos fueron interrumpidos por un grito del sujeto en el piso. Los dos sujetos comenzaron a dar brutales golpes con los machetes de diversas partes del cuerpo del desgraciado, sangre saltaba hacia todos lados y los pedazos de carne también, uno de sus brazos dio un salto después de ser cercenado de un fuerte impacto. Ellos lo golpeaban como posesos sin importar donde caía la sangre y los restos mutilados del sujeto. Héctor grito, pero este fue interrumpido por su propia mano en una reacción involuntaria para no ser descubierto. Estaba aterrado la situación era de locura y sería una locura aún mayor quedarse allí y tentar a la suerte, pero… Salir corriendo sería tan demente como quedarse lo verían y podría correr el mismo destino de aquel hombre, o quedarse y esperar que se fueran, pero si lo descubrían… el final sería el mismo -¡maldición!- exclamó en su mente – me esconderé entre los arboles, las sombras me ayudaran a pasar desaper….- se quedó inmóvil mirando el bosque – ¡los perros!- susurro. Recordó a la jauría que estaba merodeando entre las tinieblas, sería un final igual de brutal que los perros lo atraparan y se lo comieran y que después los tipos lo encontrarán y lo despedazaran su cuerpo mal herido sólo por diversión. Estaba muy claro que ellos estaban locos, ya que seguir golpeando al cuerpo del infeliz aún ferozmente a pesar de que ya no emitía ruido alguno, claramente estaba muerto. Pero que haría se arriesgaría a esconderse, puedo que los perros no lo ataquen y sigan su camino. Debía pensar rápido, aquellos dementes parecía que ya se estaban aburriendo de descuartizar a su víctima.

Los golpes cesaron con el brazo y las manos se estaban quitando la sangre del rostro. Del auto sacaron una bolsa de plástico enorme y metieron todo lo que pudieron de lo que una vez fue una persona, el calvo se metió entre los árboles y saco un tarro metálico bastante grande y metió la bolsa dentro, le prendió fuego y la tapó, rápidamente ambos la escondieron entre los árboles. El resto de los pedazos los patearon hacia las sombras. Luego de eso volvieron al auto para irse. El tipo de la cicatriz abrió la puerta pero un ruido proveniente del otro lado de la calle, tras los contenedores de reciclaje llamó su atención y decidió ver de qué se trataba. Con machete en mano se dirigió a paso firme a través de la calle, se paró justo detrás de los contenedores, donde había estado Héctor hace unos instante. Sentía que alguien estuvo allí, vio hacia los árboles y lentamente avanzó con los ojos abiertos de par en par y la boca entre abierta chirriando los dientes, se quedó mirando fijamente un punto detrás e un árbol de tronco muy grueso, sintió que alguien o algo estaba allí y estaba dispuesto a partirle en pedazos. En ese lugar Héctor estaba escondido boca abajo, con los ojos cerrados y rogando que no lo encontrase. El tipo estaba casi encima del cuando un llamado proveniente de su compañero en el auto lo detuvo – ¡hee! Cara cortada, dejaré de andar weando ahí. Tenemos prisa vente pa’ ca- un gruñido se escucho sobre Héctor, y luego los pasos en retirada de cara cortada que se devolvió rápidamente al auto, puso en carro en marcha y se retiraron en la dirección en la que Héctor había llegado. En ese momento, Héctor no podía estar más agradecido de vestirse de negro.

Los dos maníacos se habían marchado y Héctor se quedó mirando la carretera en dirección donde se fue el auto, y no pudo dejar de pensar en la suerte que tuvo, de que hubiera pasado si ellos llegarán y el estuviera caminado aún o de que el tipo lo hubiese encontrado escondido. Tomo una gran bocanada de aire para controlar los nervios, luego se quedó observando el lugar donde masacraron a aquel hombre. No sabía bien porque, pero seguramente por morbo investigó el lugar, encontró el tarro donde metieron la mayor parte del sujeto, estaba saliendo olor a carne asada. La mano de Héctor lentamente se dirigió hacia la tapa para abrirla mientras se enjugaba los labios con la lengua – ¿estas seguro de lo que vas a hacer? ¿Estas seguro que quieres ver lo que hay dentro?- la guerra mental en su cabeza era muy intensa, se respondía y se contradecía a cada instante mientras que su mano está justo por tomar la tapa, pero se arrepintió y decidió continuar su camino.

La luna como casi única iluminación en ese instante ponía muy pensativo al muchacho. Pensamientos como “ yo no debería estar aquí” , “ ya debería estar en mi casa acostado” o “ ya no volveré a tomar” este último le causó algo de gracia debido a que muchas veces se lo había dicho a si mismo. El paso fue más lento, pero constante para que el dolor en las piernas no fuera insoportable y pudiera avanzar más, los vehículos brillaban por su ausencia, estaba solo en la noche en medio de algún lugar. El ya se estaba deprimiendo cuando a unos 20 metros vio un letrero al costado que el iba, a esa distancia no sabía que decía, era grande, como los que dan la bienvenida a algún pueblo, pero para sorpresa y alivio del asustado muchacho era un plano de ubicación donde una X en rojo marcaba su posición actual, se encontraba a mitad de la carretera principal de la localidad de Calera de tango. Un gran suspiro de alivio y una sensación de optimismo se apoderaron del joven, ya que esa calle la conocía debido a que, no hace mucho realizó un paseo en bicicleta hasta esa calle, aunque no había llegado hasta donde se encontraba ahora, pero sabía que estaba en bien encaminado. Con una sonrisa en el rostro retomó el viaje no si antes marcar territorio en uno de los postes de aquel plano.

No tenía ni idea que hora era, y la noche aún mostraba que estaría bastante tiempo sobre el. Los pasos continuaron, estaba cansado, con hambre y sueño, sin decir del horrible dolor en las piernas, sentía que en cualquier instante se rompería una pierna, pero aún así seguía en marcha. Se detuvo en un paradero de buses, no le sorprendía que estuviese sin iluminación – aquí no transita nadie, no hay nada más que árboles ¿quien esperaría tomar algo aquí? Sin embargo le pareció un buen lugar para descansar unos minutos. Mientras estaba sentado mirando la calle sin que nada pasará por ella, comenzó a reírse sólo mientras miraba por todos lados – sólo falta que se me aparezca un fantasma- un ataque de risa se apoderó del, parecía estar bien, pero estaba increíblemente asustado y la idea de un espectro le era muy real. Saco de su mochila un cuaderno y un lápiz y escribió una nota que decía así: “ me llamó Héctor Araya Fuentes. Soy de Santiago, de la comuna de El bosque. Si lees esto seguramente este muerto o desaparecido. Dejo esto porque si no regrese está noche (27/08/2015) a casa espero informe a las autoridades para que puedan dar a aviso a mi familia. No quiero terminar pudriéndose al lado de la carretera como un perro atropellado. Favor cumplan mi última petición”. Aunque Héctor tenía esperanza de regresar sano y salvo, una gran parte del creía que sería su última noche vivo. Guardo el cuaderno en su mochila y retomó el viaje.

La carretera comenzó a engancharse debido a que el tramo de ciclo vías empezaba allí (o termina allí) siguiente su ruta por ellas para sentirse más seguro, aunque no había visto pasar un auto desde hermanos machete. Caminaba entre la carretera y una quebrada que se veía peligrosa – si hubiera estado ebrio aún seguro que me caigo por allí- dijo sonriendo, pero la risa duro poco, ya que una fuerte luz se acercaba por su espalda, el volteo tapándose la cara para poder ver, era un enorme camión que venía rápidamente hacia el, Héctor se quedó quieto viéndolo venir desde varios metros, aunque veía rápido no le pareció peligroso, hasta que noto que veía zigzagueando. Lo único que atino a hacer fue correr rápidamente hasta que pasará el camión o encontrará un lado donde doblar, pero la quebrada era abarcaba más de lo que creía, y usando todas sus fuerzas corrió. La bocina del camión retumbó en entre los árboles que se agitaban por la fuerza del viento que se hizo sentir justo en ese instante. Miro hacia a tras mientras corría y podía ver al enorme camión justa detrás del como queriendo aplastarlo, pero el siguió corriendo con fuerza sin importarle el dolor torturante en ambas piernas, pero no fue suficiente el camión alcanzó a rosar al joven mandando varios metros fuera de la carretera provocando su caída hacia la quebrada, Héctor rodó varias veces antes de estrellarse con un árbol y quedó tendido, inconsciente. El camión retomó el control y siguió su camino como si nada hubiese pasado.

Gimiendo, Héctor recobraba el conocimiento. Eran los deliciosos 5 segundos donde crees que estás durmiendo en tu casa y descubres que estás en un lado que no recuerdas. Volteo y abrió los ojos y al ver sólo árboles se levantó con un grito apagado, mirando por todos lados recordando por estaba allí se puso de pie, se dio cuenta de que había caído por la quebrada, por no entendía el porque estaba tan lejos de la carretera ya que no la podía ver. No creía la idea de haber rodado tanto, noto que tenía varias rasguñaduras en las manos y la cara pero nada serio. Lo primero que intento fue saber dónde estaba la maldita carretera para volver al camino, así que comenzó recordar el momento cuando cayó y más o menos por la posición en la que estaba cuando despertó decidió dirigirse hacia su derecha en ese momento. Intento encender su teléfono, pero fue inútil estaba muerto, así que confío en seguir su instinto. Entre más se avanzaba más preocupado se sentía, el miedo no se había ido, estaba creciendo debido a la sensación de estar siendo observado desde todas partes. Comenzó a preguntarse porque esto le pasaba a el, de que si era un castigo por las veces que se había portado mal, comenzó a creer que el karma ya no era sólo una tontería y este sería muy real. En voz alta comenzó a hacer promesas que tal vez no cumpliría si llegaba vivo a casa y así estuvo algunos minutos hasta que se detuvo de pronto. Había sentido algo moviéndose a sus espaldas, el no quería voltear pero lo hizo de todas formas, y lo que vio lo atormentó aún más, sólo árboles y sombras se brotaba la cara con la mano rápidamente intentando conservar la calma. Esperaba cualquier cosa: un perro, un caballo, un monstruo e incluso a los hermanos machete, pero nada silencio nada más. Se giró y siguió caminando, avanzó varios metros cuando a su derecha escucho la risa traviesa de una niña, giro rápidamente la cabeza para ver y nuevamente no había nadie allí – me estoy volviendo loco jejeje – decía susurrando, pero las risas continuaron destrozando la mente del muchacho, se decía a si mismo que no eran reales pero poco y nada sirvió las risas aumentaron su intensidad y está vez se oían de todos lados. Héctor comenzó a gritar desesperadamente e inicio carrera con tal de escapar pero las risas lo seguían sin importar que tan rápido corriese. Se tropezó con una raíz, o eso creía pero al ver que era un cuerpo de una niña muerta con un hacha enterrada en la espalda, Héctor se quedó mirándola atónito mientras las risas seguían resonando entre los árboles, el pobre muchacho le comenzaron a caer las lágrimas por sus ojos y más aún fue el grito de histeria cuando vio que la niña muerta comenzó a levantarse lentamente. Arrastrándose para alejarse de ella e intentado ponerse de pie para correr las risas se detuvieron y con una sonrisa en su rostro ensangrentado le dijo – cuidado con el hombre de la cara cortada – en ese instante explotaron las risas, pero eta vez fueron risas de hombres, burlonas y desquiciadas. Héctor sólo atino a correr como nunca en su vida sin mirar atrás, sin importar nada, pero logró salir del bosque y encontrarse con la carretera nuevamente sólo para caer de rodillas y llorar.

La hora ya no le importaba, sólo quería salir de allí y estar de nuevo en su casa, el rostro demacrado tenía una expresión pavorosa, pálida como si le hubiesen robado el alma. Seguía a pesar del dolor, del cansancio el hambre y la sed, parecía ya nada lo sorprendería, podría aparecerse el mismo lucifer y aún así no importarle. El color volvió a su rostro al ver un lugar que reconoció de su paseo en bicicleta, era un restaurante de comida casera, aún lamentablemente estaba cerrado pero eso solo le decía que estaba ya cera de llegar a terreno conocido y poder tomar alguna cosa para llegar a casa.

Se detuvo en otro paradero de buses el cual increíblemente estaba iluminado y para mayor sorpresa había una joven esperando tomar un bus. Rápidamente se le acercó y le preguntó la hora, ella vio su reloj de pulsera sin y le dijo que eran las 5 am. Héctor tomo se sentó sobre el asiento de frío metal y le preguntó si por aquí pasan buses o algo que llegará a la autopista central, a la que ella respondió – aquí no pasan buses a esta hora- mirándola fijamente, más extrañado que sorprendido le preguntó el porque estaba aquí entonces. Ella no respondió. La quedó mirando unos segundo y se levantó se puso las manos en los bolsillos del pantalón y miro hacia la dirección de su destino cuando ella le dijo – cuidado con el hombre de la cara cortada- con los ojos abiertos de par en par Héctor se giro hacia ella, la chica había desaparecido junto con la luz que alumbraba el último paradero que encontraría – espero no encontrarme con ellos- volvió a ponerse en marcha.

Al otro lado de la autopista central se podían apreciar varias casas, lo que significa que ya estaba a poco tiempo de terminar su travesía de la locura. El sol ya estaba comenzado a salir tras la cordillera y Héctor sonreía mientras se secaba algunas lágrimas de sus ojos. Se detuvo unos minutos decidiendo si pasar por el puente o pasar por un camino al lado de la autopista que aún costado un frondoso bosque. Miro el punto mientras se rascaba la cabeza con su mano derecha, el dolor en sus piernas fuerte aún pero cruzar por el puente podría ser peligroso, Héctor aún no superaba su incidente con aquel camión. Un suspiro largo se oyó y por el camino al lado de la autopista siguió.

Mientras más caminaba tenía la sensación de estarse perdiendo pero la fe lo mantenía a paso constante. Siguiente tranquilamente hasta que un auto tras del le tocaba la bocina y le prendía y apagaba las luces. Como queriendo que se saliera del camino, o más bien que se detuviese. Héctor sólo atino a apartarse, pero el auto seguía lentamente tras del, ello molestaba mucho al joven, pero la molestia rápidamente se transformó en terror a recordar dónde había visto ese auto antes. Era el mismo auto color verde de los hermanos machete. El vehículo se detuvo finalmente y lentamente ambas puertas se abrieron lentamente, se asomaban las manos apoyándose en la carrocería para salir del carro. Salieron el tipo calvo y el de la cicatriz juntos a sus inseparables machetes ensangrentados.

La respiración se aceleró drásticamente, el sudor frío caía de su frente. Dio 3 pasos hacia atrás lentamente pensando en correr sin importar el dolor. El tiempo se detuvo unos instantes, quería correr pero algo lo detenía, posiblemente el miedo, pero si no hacia algo terminaría asándose en algún lado o peor – ¡el bosque! Pensó en su mente mientras intercambiaba miradas con los lunáticos y este. Pero no se movía era demasiada la tensión y la medición no podía ser tomada, hasta que se dio cuenta que el machete sobre su cabeza lo hizo reaccionar. El veloz movimiento corto el viento. Y la sangre gotea lentamente en el asfalto. El metal alcanzó a cortar su mano izquierda.

Desde el suelo miraba al hombre de la cicatriz quien levantaba lentamente su arma – buenos reflejos pendejo. Pero no te salvarán dos veces. Ya es hora de que guardes silencio, sabes.- el muchacho tartamudeando trato de preguntar porque lo buscaban. Unos binoculares fueron arrojados al lado del joven. Mientras el hombre calvo se acercaba con el machete en el hombre. – te vimos, sabes- dijo el hombre calvo mientras sonreía – sabíamos que alguien estaba allí pero no queríamos adentrarnos más al bosque. Esta maldito sabes. Horrendas cosas viven allí y salen por las noches y somos muy supersticiosos para meternos solos de noche- el joven volvió a pensar en meterse en el bosque, pero como lo haría – ahora morirás por estar en el lugar y momento incorrecto está noche pendejo. Tuviste mala suerte que te esperaríamos y te viéramos con los binoculares. Aunque teníamos asuntos mucho más importantes para acabar contigo en ese momento, ahora adiós- los dos hermanos levantaron simultáneamente sus machetes, cuando de pronto y desde el bosque un perro se abalanzo sobre el hombre calvo, quien cayó al suelo. El perro le mordía curiosamente el brazo derecho. Los gritos de dolor hicieron reaccionar al muchacho. Quien se levantó se adentró en el bosque sin mirar atrás.

La cabeza del perro salto un par de metros de su cuerpo. Un solo golpe del tipo de la cicatriz fue suficiente. Entre maldiciones el calvo se puso de pie y enfurecido inicio la caza del muchacho, mientras su hermano se quedó de pie mirando los arboles – ¡¿Qué haces parado allí?! Vamos a seguirlo- gritaba el calvo, mientras su hermano negando con la cabeza le dijo – el bosque está maldito. Es peligroso- gritando su el calvo le respondió que es de día y que no pasará nada. Ambos tipos entraron al bosque.

La carrera de Héctor se detuvo al tropezar con una raíz y caer bruscamente al piso, los alaridos causados por el dolor ayudaron a los hermanos machete a encontrarlo rápidamente. Héctor yacía en el suelo mirando hacia el cielo cual estaba cubierto por ramas, y se dijo a si mismo que era su fin. Sólo se quedó allí esperando su muerte. Un par de minutos después ellos llegaron, lo levantaron y lo arrojaron contra un árbol de gran tronco- nos has hecho pasar un mal rato pendejo, y no tengo paciencia para esto- Héctor cerro sus ojos fuertemente y espero que el dolor no fuera tan brutal. Un grito al unísono de “muere” fue interrumpido de pronto. Héctor abrió los ojos y la escena aún fuerte era increíble. Una gran jauría de perros negros con los ojos rojos estaba sobre los hermanos, quienes gritaban pidiendo ayuda, pero esto de nada sirvió los perros mordían, destrozaban y arranaban cada parte del cuerpo de los asesinos. Héctor sólo podía mirar, y que más podía hacer estaba aterrado. Los gritos de dolor se apagaron y los perros devoraran todos los restos malogrados de presas. El muchacho sólo pensaba que si los perros terminaban el seguiría la misma suerte de sus perseguidores, pero no podía hacer nada, ya estaba exhausto, sólo quería dormir. Los perros terminaron su brutal matanza y la jauría se quedó observando al chico con sus ojos rojos, furiosos. Fue cuando al levantar la mirada pudo ver a la niña con la cual se encontró en el bosque horas atrás, ella le sonreía y con la mano se despidió del muchacho. Héctor perdió el conocimiento.

Un vieja canción ranchera sonaba en una pequeña radio, y un gorrión estaba parado en la ventana observando el despertar del joven que, al darse cuenta que estaba en una habitación desconocida dio un salto. Parecía un lugar tranquilo con muchos cuadros de paisajes y flores. Algo confundió se preguntaba que hacía aquí y que había pasado, si todo lo que vivió fue un sueño o en realidad pasó todo. La puerta del cuarto se abrió chirriando y entró un una señora de edad que claramente se alegraba de que el chico despertara. Luego de un rato junto con una tasa de te y galletas le relato como lo había encontrado sólo en medio del bosque con la herida en su mano y que decidió ayudarlo junto a su marido quienes decidieron traerlo aquí. Al joven le extrañó que no encontrarán los restos de los hermanos machete o de los perros que le salvaron el pellejo, aunque le alegraba mucho saber que estaba vivo aún. Un par de horas después estaba de camino a su casa con la ayuda del marido quien lo trajo en su camioneta hasta su casa. En el trayecto le preguntó si sabía algo de los perros o de la niña. El viejo con una mirada muy seria le respondió – no se nada de una niña, pero de seguro ella murió en el bosque de manera terrible. Por que esos lugares las almas quedan amarradas al los árboles esperando descansar en paz, y sobre los perros, bueno dicen cuentas historias de espíritus feroces que rondan en las noches atacando a las personas que perturban o dañan el bosque. Hace una horas hubo un incendio que un par de kilómetros de donde te encontramos. Alguien dejo un encendida una fogata y consumió varios arboles. Cuando llegaron los bomberos restos calcinados de algún pobre infeliz. De seguro los perros que viste eran esos espíritus salvajes buscando a el o los culpables. Quien sabe tal vez los hallan encontrado – el muchacho mirando por la ventana respondió – ¿Quién sabe, quien sabe?.

— Via Creepypastas

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