3:00 AM

El Puente Negro
El Puente Negro

Leía sentada aquellas inexplicables historias de muerte que tanto le apasionaban. No estaba segura si eran verdades o mentiras escritas por algún internauta.

Quedaba despierta hasta muy tarde leyendo esas emocionantes historias. A pesar que algunas la perturbaban, no paraba de hacerlo hasta no satisfacerse; le encantaba sentir su espalda estremecerse, sus dedos temblar y su rostro adormecerse.

Nunca juegues con tu destino, porque no sabes qué podría pasarte. Mil lenguas dicen que «La curiosidad mató al gato» y, a veces, tienen razón. Tampoco intentes desafiar lo paranormal, ya que inmiscuirte en lo desconocido puede ser terminal.

Una de esas noches, letra tras letra, palabra tras palabra, párrafo tras párrafo, no paraba de leer e imaginar aquellas historias de niños mutilados, pinturas asesinas y espíritus perdidos en el espacio que estaban detrás de uno esperando el momento indicado para dar el peor susto que se podrían imaginar.

Ya eran las tres de la mañana, hora en la que, según dicen, el Diablo visita a las almas mortales que, en el futuro, serán sus huéspedes. Su mirada seguía perdida en la pantalla de su monitor sin imaginarse que su alma también estaba invitada a visitar el Infierno. Al no sentir aquel susto que tanto esperaba, decidió ir a dormir acompañada de su mascota.
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Se aseguró que la puerta de su departamento estuviera cerrada y miró por la ventana de su sala. Sintió un soplido tan helado como el roce del hielo en su hombro. No quiso darse la vuelta, retrocedió y pensó que era su imaginación después de haber leído tanto.

Entró en su habitación y miró al espejo de su ropero. Una sombra se ocultaba detrás de ella. Supuso que eran las consecuencias de haber leído aquellas historias. Se recostó en su cama y trató de dormir. No obstante, no podía, oía sonidos extraños, pasos en el pasillo, muebles que se movían y hasta gruñidos que provenían de una habitación continua a la suya. Mantuvo el pensamiento de que solo era su imaginación y de que nada de éso pasaba en realidad.

Cerró sus ojos y se sumergió entre sus sábanas, pero aquellos trozos de tela no la salvarían de aquel tormento que apenas empezaba. Sus ventanas comenzaron a causar un sonido como la raspadura de unas uñas en una pizarra, y parecía que un piano mal afinado era golpeado con saña y malicia. Estos ruidos torturaban sus oídos.

No pudo soportarlo más y cogió un cortaplumas de su velador para acabar con su tortura. Cuando estaba por clavarlo en su vientre, despertó delante del computador; se había dormido sobre el teclado. Su frente sudaba.

Aquella experiencia, aunque se trataba de un sueño, había calmado las ganas que tenía de entrar en aquellas historias de miedo. Apagó el computador, las luces y se intentó dormir. Pero, al cerrar la puerta de su habitación, una criatura amorfa, cornuda y con cola, vino a recogerla, a cumplir con su sueño de entrar en alguna de esas historias que leía con tanta pasión.

Sus gritos fueron ahogados en su soledad. La criatura, en búsqueda de almas que deseasen entrar a las tinieblas, la privó de la suya. La chica continuó viviendo. Sin embargo, vivir sin alma, es como no estar vivo. El tiempo, para los que vagan sin alma, es inexistente. No sienten nada, ni el calor abrasador del desierto, ni el gélido frío de las tundras. Más, sobre todo, no sienten miedo, ni siquiera el terror antes de morir.

— Via Creepypastas

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