Carta a un traidor

El Puente Negro
El Puente Negro

Hola mi querido amigo Roberto, no han pasado más de 4 meses desde que dejamos las tardeadas de póker y billar clandestino en el sótano de mi casa, de las parrilladas de pollos al carbón y costillas BBQ, que disfrutábamos todos ¿lo recuerdas? ¿A todos los recuerdas?, Manuel mi hijo mayor, Esteban el menor, mi esposa Clarisa y tu esposa Jazmín.

Sí mi amigo, seguramente los recuerdas a todos, más porque tienes a la mujer que amé por tantos años a tu lado durmiendo en estos momentos, no tienes que decirme como está vestida pues ya lo sé, seguramente te la comes con la mirada como yo lo hacía cuando la veía recostada tan apaciblemente a mi lado con ese camisón de seda corto, con encajes turquesa, con esa loción de rosas que emanaba todo su ser sin límites, con esa cinta azul marino sosteniéndole el rizado cabello en forma de un chongo parecido a un hilo de tejer.

Pero no escribo éstas líneas para enaltecer a esa víbora que duerme ahora en tu cama, es para de alguna forma desahogarme del dolor que ambos me hicieron sentir, y que no pude descargar es sus cuerpos en ese momento que lo deseé, pero ¿Qué diablos?, yo no importo, sino mis hijos, dimé mi inigualable amigo, ¿Qué se siente que te llamen papá después de haberte visto como un vecino? ¿Qué sientes al llevarlos al colegio todos los días y aconsejarles sobre chicas?, ese amor que ahora sientes son clavos en mi corazón, son flagelaciones hacia mi orgullo de padre y hombre. Pero lo que más me impugna amigo y no me deja continuar es la idea de que ustedes rían bajo las sábanas mientras que Jazmín esta ya varios metras bajo tierra por tu desamor y traición, como si ella fuese una lombriz más entre toda esa tierra. Hay algo que no me enseñaste mi amigo, a sobrevivir con tantos lamentos persiguiendo tu alma.

Te dediqué noches enteras que pude haber utilizado para mi familia, cigarrillos, alcohol del más fino, una muda de ropa y cama cómoda cuando Jazmín te corría de la casa por tus continuas borracheras o infidelidades, de palabras de a liento para no hacerte perder la cordura, ni la dignidad que hasta hace 4 meses creí superior a la mía. De un hogar con dos niños preciosos que te llamaban “tío”, de una mujer que te abrazaba sin yo poner ninguna objeción, eso era una amistad amigo, eso era lo que nos unía, eso que extraño pero hundo entre mis recuerdos más maliciosos y bizarros, hoy he decidido no sólo exprimir te todas las lágrimas de los ojos, sino dejarte devastado hasta el punto de desear ferozmente tu muerte rápida, porque te aseguro amigo, la agonía es el peor de los escenarios.

Mi buen amigo, mi enemigo, ¡traidor!… jamás me ha interesado que tomes una taza de café de olla antes de dormir, hoy que decidí concentrarme en ello descubrí que lo tomas en la taza de porcelana tailandesa que Clarisa te llevó de regalo de bienvenida al vecindario aquel 15 de marzo, en la que no sólo vi las huellas dactilares de tus manos en toda ella, sino el lápiz labial de ella marcado a la izquierda, es la mejor taza para ti de seguro, y como es tu fiel compañera de lecturas nocturnas decidí hacerla ahora parte mía, ya que eres un traidor, quiero aprender y ser uno igual, y hoy cuando Clarisa dejó la taza cerca de la ventana actué, no es el piloncillo lo que mejoró el sabor, no mi amigo la canela tampoco, no quiero arruinar tu imaginación pero, tal vez sea el veneno para ratas que mezclé con el café, sí, puede que sea eso.

Querido amigo, me despido, porque debes estar emanando espuma de tu boca en estos momentos, ahogándote entre tu propia pesadilla, tratando de despertar a Clarisa, que no lo hará porque si te fijas en su estómago la figura del filo del cuchillo sigue visible, y yo como soy tu mejor amigo he de acompañarte en tu muerte, entraré por la puerta de la habitación, te miraré, reiré, y dejaré fallecer, si son ya las 9:15 debes verme aparecer.

— Via Creepypastas

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