Bilocación de un fantasma

Allá afuera
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Hace más de 20 años ocurrió un suceso realmente extraño en el Hospital Materno Infantil de Granada. Todos hemos oído hablar de numerosos casos de bilocación, es decir la facultad de estar en dos lugares a la vez, el más famoso de la historia el protagonizado por Sor María Jesús de Ágreda, que fue vista evangelizando a los indios nativos de Nuevo México y Texas al mismo tiempo que estaba en el convento de Ágreda o el del Padre Pío. Pero que pensarían si les digo que lo que ocurrió en el Hospital de Granada fue un caso de bilocación de un fantasma.

Para ello tenemos que situarnos en una calurosa tarde de julio de 1985. La testigo del suceso la enfermera Elena de Teresa, normalmente desarrollaba su trabajo en el departamento de Rayos X pero aquél día se encontraba en recepción tras una pequeña ventana de atención al público. Esa tarde un señor vestido de riguroso negro y gesto serio se acercó a la ventanilla para pedir información acerca del estado de su mujer la cual acababa de ser operada de un tumor. Antes de poder darle la contestación al hombre, una muchacha se acercó a la ventanilla, tenía el rostro muy blanco y parecía bastante agitada. Preguntó por su madre y cuál fue la sorpresa de Elena cuando dio el mismo nombre que el del señor negro que aún seguía esperando saber si podía subir a ver a su mujer. Elena pensó que debería de ser una hija que no se hablaba con su padre así que en voz alta para que los dos lo oyeran, les dijo “ya pueden subir” a lo que el señor de negro respondió “¿cómo que pueden?” Tras esto Elena decidió dar a cada uno un pase y continuar con su trabajo.

A los pocos minutos, la pálida muchacha regresó a la ventanita y solicitó hablar con el médico que atendía a su madre. Elena llamó a Reanimación, donde le informaron de que Alicia, la anestesista, estaba en la cafetería. Le mandó, por lo tanto, un mensaje al busca, y Alicia llamó enseguida. Cuando Elena le contó que había una joven que quería consultar algo con respecto a su madre, la anestesista se dirigió hacia la recepción. Una vez allí, Alicia y la joven subieron juntas a la tercera planta.

No habían transcurrido ni quince minutos cuando una vez más la joven apareció por la ventana de información, repitiendo que quería hablar con el médico que atendía a su madre. Algo extrañada, Elena llamó de nuevo a Reanimación y le dijo a anestesista que la joven de antes estaba de nuevo preguntando por ella. Alicia se disculpó diciendo que no había podido atenderla porque nada más llegar arriba se había tenido que ir a quirófano a atender una cesárea urgente, pero que no se preocupara que enseguida le informaba porque la tenía allí delante.

Elena muda de sorpresa le respondió a la anestesista que era imposible que la tuviera delante de ella pues estaba abajo en información. La anestesista casi en tono de guasa le preguntó a Elena que cómo era la mujer que ella tenía delante y al describírsela la anestesista afirmó que era idéntica a la que estaba con ella. Para desvelar el enigma la anestesista decidió dejar a la mujer en la sala de espera de reanimación con la llave echada y pidió a Elena que le mandara a la de abajo que ella la esperaría a pie de la escalera. Elena le dio el vale a la misteriosa chica, esta se lo entregó al celador y subió por las escaleras.

Pocos minutos después, Elena recibió una llamada de Alicia. Aunque había estado esperando un buen rato junto a la escalera de la tercera planta, allí no había aparecido nadie y por si eso no fuese extraño la mujer que había dejado arriba había desparecido de la sala y la llave seguía echada. Asustadas, llamaron al celador, quien recordaba perfectamente los rasgos de la muchacha. Los tres recorrieron el hospital desde la séptima planta hasta el sótano en busca del enigmático personaje pero por más vueltas que dieron, la chica no apareció.

Pasaron los días y aquella señora enferma recientemente operada fue dada de alta en Reanimación y enviada a planta. Aunque no era frecuente que la anestesista acompañase a los enfermos a la habitación, Alicia lo hizo en aquel caso, picada por la curiosidad de lo sucedido con su supuesta hija. Nada más llegar, la mujer fue recibida por su marido y su hijo, que ya estaban en la habitación. En la mesita de noche, una fotografía de aquella muchacha adornaba la espartana sala. Alicia les preguntó que quién era la chica de la fotografía y la enferma le contestó que era su hija. Entonces Alicia les dijo qué menuda broma les había gastado a ella y a una enfermera el día de la operación, entonces casi a empujones el marido y el hijo la sacaron de la habitación bastante enfadados mientras el hijo le decía que no volviera a bromear con eso delante de su madre pues su hermana había muerto hacia ya dos años en un accidente. La experiencia fue tan dura para Alicia que estuvo de baja durante algún tiempo, presa de una profunda depresión.

Veinte años después del insólito encuentro Elena la enfermera, aún lo recordaba como si fuera ayer y cuenta como aquella mujer parecía rehuirle la mirada en todo momento. Le llamó la atención también que no hiciera gestos ni movimientos. Estaba totalmente estática, en ningún momento movió los brazos, caídos a ambos lados del cuerpo. También le resultó muy extraño que siempre que la joven pasaba por el hall este estuviera casi desierto, con la única presencia del celador.

Pero se produjeron más anomalías relacionadas con este caso. Por un lado, cuando tiempo más tarde el investigador navarro Juan José Benítez intentó acceder al expediente de la enferma, este había desaparecido como por arte de magia. Por más que los empleados y la propia dirección del hospital intentaron localizarlo, nunca apareció. Tampoco la enferma regresó a la unidad para continuar su tratamiento o para realizarse nuevas pruebas, como habría sido lo normal. No se supo más de ella. Por lo tanto, todos los esfuerzos por localizarla y dar respuesta al misterio fueron en vano. Además, Elena de Teresa, tras enterarse de la terrible experiencia por la que pasó Alicia en la habitación de aquella mujer recién salida de Reanimación, experimentó un suceso inexplicable: su casa estuvo oliendo a gasolina durante un mes. No logró encontrar el origen de aquel pestilente olor. Después, todo volvió a la normalidad.

— Via Creepypastas

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