2048: El juego maldito

10 Leyendas de Terror
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Hace algunos días, mientras navegaba por las redes sociales, uno de mis contactos recomendó en su timeline un juego, que al parecer estaba de moda y todo mundo estaba jugando. El nombre no podía ser más simple. 2048.

Al principio parecía un juego simple, era muy sencillo, unos cuantos cuadros de colores, donde sólo había que ir uniendo dos número de igual valor, que al unirse en un sólo cuadro, éste último contenía la suma de los dos números unidos. El objetivo era unir tantos números como fuera posible, hasta sumar el número 2048. Era tan simple que pensé ¡Vaya! ¿Cómo no se me ocurrió a mí antes?. Quizá me habría hecho tan famoso como el creador de Flappy Bird.

A mi hermana Susana y a mí nos fascinó desde el principio. Conforme lo íbamos jugando, íbamos descubriendo su complejidad subyacente. Lo que en principio aparentaba simplicidad, no lo era tanto como aparentaba. Había que tener algo de seso. Era un juego muy entretenido, casi adictivo.

No nos percatábamos de que al jugarlo, los minutos se convertían rápidamente en horas, como si el tiempo pudiera, de alguna forma, transcurrir más rápido.

Estábamos llegando al final de las vacaciones, y debido a problemas económicos por los que atravesaba mi familia, en esta ocasión no habíamos salido de viaje, lo cual nos tenía molestos con nuestros padres. Estábamos hartos de el encierro al que estábamos confinados.

Luego de dos o tres días yo había dejado el juego, argumentando que era estúpido y sin sentido, y que no tenía caso continuar jugándolo. En realidad no entendía del todo la mecánica y no me consideraba lo suficiente bueno en él. Prefería juegos más interesantes, como Assassins Creed o GTA5. Pero a ella no le importó y siguió adelante. Y era buena jugadora, a mi manera de ver.

Mi hermana continuaba jugando. Día y noche, juego tras juego, apenas saliendo de su habitación para comer cualquier cosa rápidamente o para ir al baño. Parecía no importarle nada. Incluso su actividad habitual en las redes sociales había disminuido notablemente. Pensé que estaba entrando incluso en una depresión.

Entonces ocurrió lo impensable. El viernes 2 de mayo mi hermana estaba como de costumbre, delante de la pantalla del ordenador, con unos enormes y blancos audífonos puestos escuchando una especie de música hipnotizante a todo volumen, que a pesar de los audífonos se escuchaba en toda la habitación, como un chillido electrónico mitigado.

Estaba muy concentrada, con la vista muy fija en los coloridos cuadros del juego, uniendo números rápidamente, sumándolos uno a uno, 8, 8, 16, 16, 512, 512, 1024, 1024. Yo había subido a llevarle algo para cenar, y me había quedado sentado en su cama leyendo un par de cómics que había comprado por la tarde en el centro de la ciudad. Afuera empezaba a llover, y hacía mucho viento.

Los ojos de Susana se abrieron hasta parecer un par de platos brillantes, y sus anteojos reflejaban las imágenes luminosas provenientes del monitor. Esbozando una sonrisa de triunfo, tomó aire y conteniendo la respiración, hizo un último movimiento sobre el teclado para unir los dos números 1024 en un 2048, lo que, según las breves instrucciones de la página del juego, le haría ganar.

Era la primera vez que alguno de los dos llegaba a ese punto del juego, y no sabíamos lo que pasaría a continuación.

¡Ya lo tengo! dijo en voz baja, pero en un tono que dejaba entrever su emoción. En lo que pareció una eternidad, haciendo gala de un dramatismo propio de ella, hizo el movimiento ganador. Súbitamente las luces de la habitación se apagaron, con un parpadeo. Los ventiladores del ordenador hicieron un ruido como de una turbina apagándose, bajando la velocidad. Un segundo después se escuchó un zumbido electrónico y del monitor apagado surgió una luz de un color azul eléctrico y fantasmal que iluminó el rostro de mi hermana. Sus cabellos castaños se erizaron como si recibiera una corriente eléctrica. Dio un aterrador y agudo grito que me puso los pelos de punta.

En el exterior de la casa hubo un gran relámpago que me deslumbró y se escuchó un ensordecedor trueno de tormenta que hizo que las alarmas de los coches en la calle se activaran, y algunos perros del vecindario empezaran a ladrar. Entonces todas las luces se apagaron por completo, incluyendo el monitor del ordenador, dejando la habitación en completa oscuridad.

Apenas unos segundos tras el trueno, la electricidad volvió en la casa, pero mi hermana no estaba. Había desaparecido de la habitación. Pensé que me estaba jugando una especie de broma de mal gusto. Pronuncié su nombre, buscándola bajo la mesa y bajo la cama, dentro del armario, pero no estaba en la habitación.

Pensé que había aprovechado los breves momentos de oscuridad para salir corriendo de la habitación y refugiarse en la de mis padres que estaba al final del pasillo. Fui directamente ahí a buscarla, pero también estaba vacía.

Bajé corriendo las escaleras, de dos en dos, hacia la estancia, donde escuché las voces de mis padres, que estaban encendiendo unas velas. Debieron percibir el miedo en mi rostro, porque alarmados me preguntaron qué pasaba. Tartamudeando les expliqué rápidamente que Susana había desaparecido de la habitación.

Mi madre subió corriendo las escaleras para buscarla en el piso superior, mientras mi padre salió a la calle a toda prisa, tomando sus llaves y un paraguas que estaba junto a la entrada. Corrió de un lado a otro de la calle, gritando el nombre de mi hermana. No hubo respuesta y sólo continuaban escuchándose algunos perros a la distancia.

Yo entré en la casa y seguí buscando en las demás habitaciones y en el patio trasero. La casa no era muy grande y le recorrí en poco tiempo. Incluso salí por una de las ventanas hacia una escalera de servicio que llevaba a la azotea, subí por la escalera mojada para buscarla ahí, pero tampoco había nadie.

Tras algunos minutos de búsqueda infructuosa, mi padre decidió llamar a la policía, informando de la desaparición.

Cerca de quince minutos después llegó una patrulla con dos elementos de la policía, que entraron a la casa e hicieron todo tipo de preguntas a mis padres, haciendo algunas anotaciones en un block de hojas sueltas.

Los días que siguieron fueron una verdadera pesadilla. Mi madre llorando inconsolablemente a todas horas del día, mi padre retomó su vieja afición por el tabaco, fumando hasta dos cajetillas al día. Policías entrando y saliendo de la casa, gente llamando por teléfono. Las clases habían reiniciado en la escuela, pero yo no asistí. No sabía que hacer para ayudar a mejorar la situación. Además nadie hablaba conmigo, era como si de pronto yo también hubiera desaparecido. Y extrañaba a mi hermana.

Intenté encender la computadora de escritorio que mi hermana estaba usando para jugar justo antes de desaparecer para ver si había ahí alguna pista, pero no funcionó. Simplemente no logro hacer que encienda. Ya intenté todo lo que mis limitados conocimientos de computadoras me han permitido, conectar y desconectar el monitor y la fuente de poder del gabinete, incluso intenté conectándola en otra toma de corriente por si la habitual se hubiera dañado por el rayo ese día. Nada parece funcionar.

Ahora me encuentro en mi habitación, solo, escribiendo esto en mi vieja laptop.

Estoy desconcertado y me siento más solo que nunca. No sé lo que en realidad haya pasado con mi hermana de 17 años. Sólo sé que desapareció al ganar en el maldito juego: 2048.


splayer2048

— Via Creepypastas

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